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The Blues Brother

Lecturas

TrĂ³pico de Capricornio

Trópico de Capricornio

 

La maravilla y el misterio de la vida... ¡que sofocan en nosotros cuando nos convertimos en miembros responsables de la sociedad! Hasta que no nos obligaron a trabajar, el mundo era muy pequeño y vivíamos en su periferia, en la frontera, por decirlo así, de lo desconocido. Un pequeño mundo griego que, sin embargo, era lo bastante profundo para proporcionar toda clase de variaciones, toda clase de aventuras y especulaciones. También era tan pequeño, que ya tenía en reserva las potencialidades más ilimitadas. No he ganado nada con la ampliación de mi mundo: al contrario, he perdido. Quiero volverme cada vez más infantil, y superar la infancia en la dirección contraria. Quero desarrollarme en el sentido contrario exactamente normal, pasar a un dominio superinfantil, del ser que erá absolutamente demente y caótico, pero al modo del mundo que me rodea. He sido adulto y padre y miembro reponsable de la sociedad. Me he ganado el pan de cada día. Me he adaptado a un mundo que nunca fue mío. Quiero abrirme paso a través de este mundo más amplio y encontrarme de nuevo en la frontera de un mundo desconocido que arroje a las sombras este mundo descolorido, unilateral. Quiero pasar de la responsabilidad de padre a la irresponsabilidad del hombre anárquico, al que no se puede constreñir ni sobornar ni calumniar. Quiero adoptar como guía a Oberón, el jinete nocturno que, bajo sus negras alas desplegadas, elimina tanto la belleza como el horror del pasado: quiero huir hacia una aurora perpetua con una rapidez y una inexorabilidad que no dejen posibilidad de remordimiento ni de lamentación ni de arrepentimiento. Quiero sobrepasar al hombre inventivo, que es un azote de la tierra, para encontrarme de nuevo ante un abismo infranqueable que ni siquiera las alas más robustas me permitan atravesar. Aún cuando deba convertirme en un parque salvaje y natural habitado sólo por soñadores ociosos, no he de detenerme a descansar aquí, en la estupidez ordenada de la vida adulta y responsable. He de hacerlo en memoria de una vida que no se puede comparar con la vida que se me prometió, en memoria de la vida de un niño al que asfixió y sofocó la aquiescencia mutua de los que habían cedido. Repudio todo lo que los padres y las madres crearon. Regreso a un mundo más pequeño aún que el mundo helénico, y el mundo que siempre puedo tocar con los brazos extendidos, el mundo de lo que sé y reconozco de un momento a otro. Cualquier otro mundo carece de sentido para mí, y es ajeno y hostil. Al volver a atravesar el primer mundo luminoso que conocí de niño, no deseo descansar en él, sino abrirme paso a la fuerza hasta un mundo más liminoso del que debo haber escapado. Cómo será ese mundo es algo que no sé, ni estoy seguro siquiera de que lo vaya a encontrar, pero es mi mundo y ninguna otra cosa me intriga.

Kafka en la orilla

Kafka en la orilla

Pero, tal como puedes ver, también soy un ser humano y también me he sentido discriminado en diversas ocasiones -explica Óshi­a-. Y sólo una persona que haya sido discriminada sabe lo que eso representa y lo profundamente que hiere. La herida es diferente en cada persona y en cada persona deja una huella distinta. Así que a mí nadie me gana en lo que se refiere a pedir justicia o equidad. Sólo que ya estoy más que harto de la gente sin imaginación. De ese tipo de gente que T.S. Eliot llama «hombres huecos». Personas que su­plen su falta de imaginación, esa parte vacía, con filfa insensible y que van por el mundo sin percatarse de ello. Personas que intentan im­poner a la fuerza a los demás esa insensibilidad soltando, una tras otra, palabras huecas. Personas, en definitiva, como esa pareja de an­tes. -Oshima suspira y hace girar entre sus dedos el largo lápiz-. Sean gays, lesbianas, heterosexuales, feministas, cerdos fascistas, comunis­tas, Hare Krishnas. A mí tanto me da. A mí no me importa la ban­dera que enarbolen. Lo que yo no puedo soportar es a esos tipos hue­cos. Y cuando se me pone uno delante no me puedo aguantar. Acabo soltando más cosas de la cuenta. Antes, por ejemplo, hubiera podido dejar que hablasen. O llamar a la señora Saeki y permitir que ella se encargara del asunto. Ella lo hubiera solucionado con cuatro sonrisas. Pero yo soy incapaz de hacerlo. Acabo diciendo cosas que no debe­ría decir, haciendo cosas que no debería hacer. No puedo controlar­me. Ése es mi punto débil. ¿Y sabes por qué? ¿Porque si te tomaras en serio a cada una de las personas sin ima­ginación que se te pusieran delante no darías abasto? -pregunto.
Exacto -dice Oshima. Y con la goma del lápiz se aprieta suavemente la sien-. En realidad, es eso.

El Guardian Entre El Centeno

El Guardian Entre El Centeno

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

" Sé que esto no va a gustarte nada -continuó-,
pero en cuanto descubras qué es lo que quieres,
lo primero que tendrás que hacer será tomarte en serio el colegio.
No te quedará otro remedio. Amas el conocimiento.
Y creo que una vez hayas dejado atrás las clases
de Expresión Oral y a todos esos Vicens.."

"-Vinson- le dije. Se había equivocado de nombre,
pero no debí interrumpirle."

"-Bueno, lo mismo da. Una vez que los dejes atrás,
comenzaras a acercarte -si ése es tu deseo y tu esperanza-
a un tipo de conocimiento muy querido de tu corazón.
Entre otras cosas, verás que no eres la primera persona
a quien la conducta humana ha confundido, asustado, y hasta asqueado.
Te alegrará y te animará saber que no estas solo en ese sentido.
Son muchos los hombres que han sufrido moral y espiritualmente
del mismo modo que tú. Felizmente, algunos de ellos han dejado
constancia de su sufrimiento. Y de ellos aprenderás si lo deseas.
Del mismo modo que alguien aprenderá algun día de ti si sabes dejar una huella.
Se trata de un hermoso intercambio que no tiene nada que ver
con la educación. Es historia. Es poesía. "

Se detuvo y dio un largo sorbo a su bebida. Luego volvió a la carga,
¡Jo! ¡Se había disparado! No traté de pararle ni nada.

" -Con esto no quiero decir que sólo los hombres cultivados
puedan hacer una contribución significativa a la historia de la humanidad.
No es así. Lo que sí afirmo, es que si esos hombres cultos tienen además
genio creador, lo que desgraciadamente se da en muy pocos casos,
dejan una huella mucho más profunda qur los que poseen simplemente
un talento innato. Tienden a espresarse con mayor claridad y a llevar
su línea de pensamiento hasta las últimas consecuencias.
Y lo que es más importante, el noventa por ciento de las veces
tienen mayor humildad que el hombre no cultivado.
¿ Me entiendes lo que quiero decir ?"

"-Si, señor. "

Permaneció un largo rato en silencio. No sé si les habrá pasado
alguna vez, pero es muy difícil estar esperando a que alguien
termine de pensar y diga algo. Dificilísimo. Hice esfuerzos por
no bostezar. No es que estuviera aburrido -no lo estaba-,
pero de repente me había entrado un sueño tremendo.

" -La educación académica te proporcionará algo más.
Si la sigues con constancia, al cabo de un tiempo comenzará
a darte una idea de la medida de tu inteligencia. De qué puede abarcar
y qué no puede abarcar. Poco a poco comenzarás a discernir
qué tipo de pensamiento halla cabida más cómodamente en tu mente.
Y con ello ahorrarás tiempo porque ya no tratarás de adoptar ideas
que no te van, o que no se avienen a tu inteligencia.
Sabrás cuáles son exactamente tus medidas intelectuales
y vestirás a tu mente de acuerdo con ellas."




El Perseguidor

El Perseguidor

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

- Lo que pasa es que se creen sabios - dice de golpe - . Se creen sabios porque han juntado un montón de libros y se los han comido. Me da risa, porque en realidad son buenos muchachos y viven convencidos de que lo que estudian y lo que hacen son cosas muy difíciles y profundas. En el circo es igual, Bruno, y entre nosotros es igual. La gente se figura que algunas cosas son el colmo de la dificultad, y por eso aplauden a los trapecistas, o a mí. Yo no sé qué se imaginan, que uno se está haciendo pedazos para tocar bien, o que el trapecista se rompe los tendones cada vez que da un salto. En realidad, las cosas verdaderamente difíciles son otras tan distintas, todo lo que la gente cree poder hacer a cada momento. Mirar, por ejemplo, o comprender a un perro o a un gato. Esas son las dificultades, las grandes dificultades. Anoche se me ocurrió mirarme en este espejito, y te aseguro que era tan terriblemente difícil que casi me tiro de la cama. Imagínate que te estás viendo a ti mismo; eso tan sólo basta para quedarse frío durante media hora. Realmente ese tipo no soy yo, en el primer momento he sentido claramente que no era yo. Eso lo sentía, y cuando algo se siente... -

 

 

 

 

 

 

 

y con este corto extracto de "El perseguidor" de Julio Cortázar, queda inaugurado mi blog